lunes, 8 de junio de 2009

Tesis



Esta película de Alejandro Almenabar marca un gran estilo cinematográfico en cuanto al cine de suspenso, una película que desde el primer momento engancha la atención del expectadora solo a base de expresiones y gestos de los personajes. Pero lo más destacado de la película es que nos permite tener una visión de la atracción que sienten las personas por la violencia y las sensaciones que extrañamente pueden llegar a sentir sin necesidad de usar muchas imagen es violentas que lleguen a herir la suceptibilidad.

Desde la primera escena de la película, vemos qué es lo que interesa al director: las reacciones de los personajes, sus facciones y el diámetro de los ojos cuando se enfrentan a una serie de imágenes violentas en una detallada construcción de escenarios y personajes que hacen que el espectador se enganche con la película hasta el final.

Nuestros ojos buscan las imágenes, aquellas que nos incomodan más, aquellas que nos hacen sentir impotentes, violentos, agresivamente interesados. La inestabilidad e irritabilidad se instalan en nuestra mente, desplazando la razón, implantando un régimen instintivo en el que nada sirve para frenar nuestra continua desazón. Un preocupante sentimiento de culpa reina nuestra y nos recuerda que somos otra persona, que existe otro yo esperando en la puerta y que se rebelará en cuanto se acabe la cinta.

La sorpresa y la sumisión a las imágenes que no vemos, son las emociones y a veces no tan complicadas respuestas de nuestro organismo ante la violencia en su más cruda realidad. Somos pacíficos, comprendemos y aceptamos las bases de una sociedad organizada.

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